“Hoy se puede todavía ignorar sin diploma, llegará el día que sólo se lo permita con diploma especial”. Así, Macedonio Fernández definía la verborragia de ciertos intelectuales que lejos estaban de comprender los fenómenos sociales que embrionariamente se desarrollaban a nivel local, mientras ellos entretenían sus entusiasmos a favor de los lujos y placeres que de modo determinante exhibía una Europa tan sangrante como dominante.
Entusiasmado por la propuesta de 6-7-8 me instalé tempranamente, frente al televisor, para disfrutar de una propuesta en donde el sentido común quedará por un rato al costado del camino.
Y me acordé de Horacio González y aquella sentencia poco rebatible “Difícilmente alguien ingrese a los términos más severos de una identificación sin que el algún recodo lo espere la acechante figura del converso. Ante este dilema conviene preguntar ¿Se es algo antes de ser alguno? No es siempre detectable en su pura contemporaneidad el momento en que se acepta una divisa”.
Habrá leído Bety Sarlo algo de González o prefirió aplicar su propia subjetividad y recortar su pasada existencia en función de justificar su presente postura y poder de ese modo criticar los recortes subjetivos que realiza la producción de un programa que tan gentilmente la invitara a debatir. Nunca he visto a la pensadora mencionar los recortes del multimedio aún en temas en los cuales ella afirmó disentir con dicho grupo empresarial; por caso hijos de Noble o la política de DD.HH de la actual administración Nacional.
¿En cuál recodo Sarlo dejó olvidado su pasado militante y popular para arroparse con la figura del converso? Tal vez no pueda detectarlo como dice González; es probable que necesite tiempo y esfuerzo para entender que antes de ser lo que es hoy, era también algo pensante e insoslayable. Por eso el “A mi no Barone” contiene la típica soberbia del que no desea ser discutido o debatido y que sólo permite el debate sobre otros.
Intelligentzia mediante podemos afirmar con la ayuda de Arturo Jauretche que “La prensa independiente no existe. La mal llamada prensa independiente es una máscara para hacer pasar la mercadería de contrabando como agua corriente incolora, inodora e insípida para que el estómago del lector no se prevenga defensivamente.
Reitero, Sarlo propició sus propios recortes eludiendo temas ciertamente sensibles para sus argumentos: Por ejemplo en dónde ubica el poder real en la actualidad; porqué razón el formato de 6-7-8 es el único criticable para su saber y entender; porqué los recortes de esa producción son tendenciosos y no los de Morales Solá, Blanck, o Nelson Castro.
La respuesta es simple y sencilla y tiene que ver con ese sentido común que sospeché equivocadamente que no encontraría: Su actual grado de pertenencia ideológico/política.
Sarlo no presenta grietas militantes antikirchneristas, esas las expone con alta prosa en sus editoriales en La Nación. Sarlo presenta grietas intelectuales que le concedan argumentos a esa militancia. Miente por ignorancia al afirmar que el 70% de la gente no habla de política. Y no porque yo sepa que no es así, sino porque nadie ha realizado un estudio estadístico que certifique una u otra cosa. Sarlo, como cualquier mortal ideologizado y comprometido sustenta la parte por el todo como método de discusión. Es aquí en donde mi sorpresa aumenta notablemente de alguien que se define como perteneciente a una elite superior. La parte por el todo puede ser útil como mecanismo refutador, como zancadilla por la negativa, pero nunca lo será como hipótesis científica definitiva. Mi desilusión se completó cuando la propia estructura del programa impidió cualquier tipo de revelación integral sobre la necesidad de establecer uno de los axiomas más importantes para entender eso de la credibilidad como elemento indispensable para arribar a la verdad científica: Desde dónde hablo cuando hablo. Esto es: Sé lo que no me gusta, pero.., qué es lo que yo propongo y deseo en su lugar... Cuál es la política que debemos seguir como Nación para salir de este estancamiento visceral...
Sarlo tuvo la delicada licencia por parte de la producción de omitir ese punto, hizo un recorte propio de si, prefirió no exponer argumentos subjetivos, negándole a otros la posibilidad de su propia subjetividad.
Estimo prudente finalizar este breve y desilusionado análisis con una frase de Juan Carlos Distéfano del libro La Formación de la Conciencia Nacional cuyo autor es el Profesor Juan José Hernández Arregui “Cuando la información está a la vista y el cipayismo continúa estamos es presencia, o bien de colonialismo congénito, o bien de oportunismo y derrotismo antinacional. La idiotez o la chequera, del mismo modo, son igualmente despreciables.
Como verán este mismo artículo está repleto de recortes. Escojo autores, los recorto y pongo toda aquella argumentación que satisfaga a mis sentencias... Lo mismo hace Sarlo en su tarea diaria. Lo hacen Marcó, Madera, MC Coubrey, Segurota, Pinón, Nazareno, Aiub, y toda subjetividad que ande dado vueltas por La Dorrego. La diversidad cura, esteriliza y hace al asunto, hace a la democracia, hace al debate.
Debe ser por eso que Sarlo prefirió callar (recortar) cuando Sandra Russo tuvo la osadía de apuntarle sobre las 300 bocas de contenidos periodísticos que detenta el multimedio que la tiene contratada como cuadro intelectual y que limita notablemente la pluralidad de voces.
De todas formas Sarlo sabe y entiende que es muy difícil admitir, desde la epistemología política, al odio (de clase o de género) como única línea argumental.
Mi querida Bety: Chateaubriand afirmó que la aristocracia tiene tres edades: La edad de la superioridad, la edad de los privilegios, la edad de las vanidades. Vuelvo a Horacio González y te pregunto ¿En qué etapa dejaste atrás la figura del converso? (Pido disculpas por la desfachatez de este último recorte)...
Reprodujo: LADORREGO
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Entusiasmado por la propuesta de 6-7-8 me instalé tempranamente, frente al televisor, para disfrutar de una propuesta en donde el sentido común quedará por un rato al costado del camino.
Habrá leído Bety Sarlo algo de González o prefirió aplicar su propia subjetividad y recortar su pasada existencia en función de justificar su presente postura y poder de ese modo criticar los recortes subjetivos que realiza la producción de un programa que tan gentilmente la invitara a debatir. Nunca he visto a la pensadora mencionar los recortes del multimedio aún en temas en los cuales ella afirmó disentir con dicho grupo empresarial; por caso hijos de Noble o la política de DD.HH de la actual administración Nacional.
¿En cuál recodo Sarlo dejó olvidado su pasado militante y popular para arroparse con la figura del converso? Tal vez no pueda detectarlo como dice González; es probable que necesite tiempo y esfuerzo para entender que antes de ser lo que es hoy, era también algo pensante e insoslayable. Por eso el “A mi no Barone” contiene la típica soberbia del que no desea ser discutido o debatido y que sólo permite el debate sobre otros.
Intelligentzia mediante podemos afirmar con la ayuda de Arturo Jauretche que “La prensa independiente no existe. La mal llamada prensa independiente es una máscara para hacer pasar la mercadería de contrabando como agua corriente incolora, inodora e insípida para que el estómago del lector no se prevenga defensivamente.
Reitero, Sarlo propició sus propios recortes eludiendo temas ciertamente sensibles para sus argumentos: Por ejemplo en dónde ubica el poder real en la actualidad; porqué razón el formato de 6-7-8 es el único criticable para su saber y entender; porqué los recortes de esa producción son tendenciosos y no los de Morales Solá, Blanck, o Nelson Castro.
La respuesta es simple y sencilla y tiene que ver con ese sentido común que sospeché equivocadamente que no encontraría: Su actual grado de pertenencia ideológico/política.
Sarlo no presenta grietas militantes antikirchneristas, esas las expone con alta prosa en sus editoriales en La Nación. Sarlo presenta grietas intelectuales que le concedan argumentos a esa militancia. Miente por ignorancia al afirmar que el 70% de la gente no habla de política. Y no porque yo sepa que no es así, sino porque nadie ha realizado un estudio estadístico que certifique una u otra cosa. Sarlo, como cualquier mortal ideologizado y comprometido sustenta la parte por el todo como método de discusión. Es aquí en donde mi sorpresa aumenta notablemente de alguien que se define como perteneciente a una elite superior. La parte por el todo puede ser útil como mecanismo refutador, como zancadilla por la negativa, pero nunca lo será como hipótesis científica definitiva. Mi desilusión se completó cuando la propia estructura del programa impidió cualquier tipo de revelación integral sobre la necesidad de establecer uno de los axiomas más importantes para entender eso de la credibilidad como elemento indispensable para arribar a la verdad científica: Desde dónde hablo cuando hablo. Esto es: Sé lo que no me gusta, pero.., qué es lo que yo propongo y deseo en su lugar... Cuál es la política que debemos seguir como Nación para salir de este estancamiento visceral...
Sarlo tuvo la delicada licencia por parte de la producción de omitir ese punto, hizo un recorte propio de si, prefirió no exponer argumentos subjetivos, negándole a otros la posibilidad de su propia subjetividad.
Estimo prudente finalizar este breve y desilusionado análisis con una frase de Juan Carlos Distéfano del libro La Formación de la Conciencia Nacional cuyo autor es el Profesor Juan José Hernández Arregui “Cuando la información está a la vista y el cipayismo continúa estamos es presencia, o bien de colonialismo congénito, o bien de oportunismo y derrotismo antinacional. La idiotez o la chequera, del mismo modo, son igualmente despreciables.
Como verán este mismo artículo está repleto de recortes. Escojo autores, los recorto y pongo toda aquella argumentación que satisfaga a mis sentencias... Lo mismo hace Sarlo en su tarea diaria. Lo hacen Marcó, Madera, MC Coubrey, Segurota, Pinón, Nazareno, Aiub, y toda subjetividad que ande dado vueltas por La Dorrego. La diversidad cura, esteriliza y hace al asunto, hace a la democracia, hace al debate.
Debe ser por eso que Sarlo prefirió callar (recortar) cuando Sandra Russo tuvo la osadía de apuntarle sobre las 300 bocas de contenidos periodísticos que detenta el multimedio que la tiene contratada como cuadro intelectual y que limita notablemente la pluralidad de voces.
De todas formas Sarlo sabe y entiende que es muy difícil admitir, desde la epistemología política, al odio (de clase o de género) como única línea argumental.
Mi querida Bety: Chateaubriand afirmó que la aristocracia tiene tres edades: La edad de la superioridad, la edad de los privilegios, la edad de las vanidades. Vuelvo a Horacio González y te pregunto ¿En qué etapa dejaste atrás la figura del converso? (Pido disculpas por la desfachatez de este último recorte)...
Reprodujo: LADORREGO